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Homenaje a un reclamo: Gaditano

Homenaje a un reclamo: Gaditano

Enviado por Fco Álvaro Ruiz de Guzmán-Moure el 14-09-2014

Recogimos a Gaditano una calurosa tarde de octubre, en una época de más bonanza en nuestro jaulero, quizá esto redujo la expectación de un pollo que no era necesario sacar al campo en su primer celo. Acudió al cazadero junto a los demás y disfrutó de ratos en el árbol del cortijo, donde sus contados reclamos por alto invitaban a frotarse las manos pensando en el año siguiente.
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Con frecuencia, todos los aficionados guardamos en la memoria ese primer tiro, ese primer reclamo, ese lance que dio comienzo a una pasión y una forma de entender la caza y la vida. Sin embargo, también han existido excepciones y alguna vivencia posterior es la que verdaderamente nos ha marcado el inicio de nuestra afición. En esta ocasión, un pájaro.

Recogimos a Gaditano una calurosa tarde de octubre, en una época de más bonanza en nuestro jaulero, quizá esto redujo la expectación de un pollo que no era necesario sacar al campo en su primer celo. Acudió al cazadero junto a los demás y disfrutó de ratos en el árbol del cortijo, donde sus contados reclamos por alto invitaban a frotarse las manos pensando en el año siguiente.

Fue ese año el que me estrené como jaulero, pero mi camino aún tardaría en cruzarse con el de Gaditano dentro de un puesto. El siguiente celo, por circunstancias, no existió para mi. Mi padre pudo dar varios puestos y consiguió bautizar a Gaditano, que había dejado de ser el novato en el árbol a una deliciosa promesa en lo alto del tanto. Una hembra para comenzar y una collera en los dos únicos puestos que pudo participar atestiguaban el valor de la promesa, con unas maneras que cada vez agradaban más a mi padre y me hacían desesperar a mi, lejos del campo.

Nueva temporada, nuevo coto, y muchas ganas de colgarme a Gaditano a mis espaldas. Mientras terminaba mis exámenes, mi padre se entretuvo en tirarle otra collera y una hembra, pero pocos días antes de mi llegada llegó a mi teléfono una mala noticia. Un disparo fallado a un macho había dejado en vilo el progreso de Gaditano, que guardó silencio el resto del puesto. Como no era cuestión de forzar nada, lo dejamos sin salir durante el fin de semana, hasta que el domingo mi padre me desveló una sorpresa muy bien guardada. El puesto despedida de ese año me iba a colgar a Gaditano a las espaldas.

Con una mezcla de nervios responsables y satisfacción porque “para puestos como este empieza uno en este mundillo” me encomendé, si no a algún patrón que vele por todos los jauleros, al menos sí a mi tío Sebastián, para que se apiadara de mi y el puesto transcurriera, al menos, sin nada mencionable.

Gaditano comenzó trabajando con ánimo aunque pronto noté los efectos del mal tiro. Sus silencios, muy característicos, se alargaban bastante y cada nueva búsqueda parecía menos esperanzada que la anterior. Alguien escuchaba mis súplicas, la tarde se agotaba poco a poco y la tranquilidad se tornó constante. Las camperas no se pronunciaban salvo alguna excepción a lo lejos, y todo indicaba que ninguna transitaba ese cerro en busca del dormidero. Tras media hora de silencio permanente y con la idea de salir ya rondando en la cabeza, el canto de una pájara solitaria nos despertó a la vez a Gaditano y a mi. Gaditano no tardó en esponjarse y comenzar a dar de pie de forma suave, pero con una cadencia muy atractiva para la hembra que no necesitó mucho para entrar a plaza...

Con el seguro quitado, la hembra rodeando el tanto y todo a favor, Gaditano comenzó a afear el recibo, muestreando y dando bandazos por los barrotes de la jaula. La hembra no lo acusó, pero no estaba seguro de si para eso me había enseñado mi padre a cazar. Por evitar tentaciones puse el seguro y empecé a bajar pulsaciones, esperando a ver qué tenía que decirme Gaditano.

La señorita se retiró a una piedra cercana a la plaza y comenzó a reclamar por alto, estaba encelada y no iba a retirarse de la presencia de Gaditano así como así. Este comenzó un trabajo cansino, repetitivo, pero concienzudo contestando por alto, dando de pie y rematando con piñones melosos. Sin prisa, pasaron un cuarto de hora arreglando desavenencias y a la arrancada de ella le correspondió la bajada de tono de él. Esta vez, con el pico en el culo de la jaula y el recibo perfectamente ejecutado, les permití disfrutar unas vueltas y marqué el final del lance con decisión, la misma con la que Gaditano cargó el tiro y salió buscando campo cuando ya el sol brindaba sus últimos rayos. Sólo me extenderé en este lance. Personalmente, marcó un punto de inflexión en mi manera de entender el reclamo, y mi padre asegura que lo marcó en la labor de Gaditano, eso nunca lo sabremos, aún así, si con eso le ayudé, no supuso ni una pequeña parte de todo lo que Gaditano me ha enseñado en mis inicios de jaulero.

Una desgracia familiar nos impidió cazar el siguiente celo, aún así a finales de Enero en una invitación mi padre le había tirado una collera en la que se permitió el lujo de titear a la hembra. Como único puesto de la temporada no estaba nada mal y Gaditano daba muestras de estar asentándose a pesar de los pocos puestos que habíamos podido darle a sus 4 celos de edad.

Llegamos al coto actual donde cazamos y Gaditano siguió sumando triunfos, aunque ya se iba vislumbrando su tope y no era el reclamo que se llama de bandera, ni un prodigio de la jaula. Sin embargo, cumplía con creces a base de trabajo y llegabas al puesto con la certeza de que iba a haber “fiesta”. Ya con dos pájaros tirados en su haber, llegué al coto a estrenarme y Gaditano me brindó un bonito doblete de machos en el primer puesto de mañana. Volví a colgarlo de tarde en un cortafuegos a los pocos días y me trajo hasta tres colleras distintas a plaza, hasta que pude tirarle la hembra de la última collera, en el puesto de mayor tesón y trabajo que le vi realizar nunca.

Ya llegados al año pasado, por escasear los buenos pájaros en nuestras jaulas, intenté que mi padre lo disfrutara al máximo y lo saqué una sola tarde. Para nada me imaginaba que me encaminaba hacia la única derrota conocida por Gaditano, si bien en su defensa hay que aclarar que el rival era de campeonato y que, días más tarde, iba a tomarse la venganza en plato frío. Gaditano ya cantaba antes de cargar la escopeta, y un hervidero de machos de la zona se dejó notar. Fue uno a mis espaldas el que se atrevió a acudir al rato, enfilar hacia el tanto, subirse a lo más alto de la jaula y callar a Gaditano, que, impotente, vio marcharse al campero cuando le pareció oportuno. Luego, varios amagos de salida no disimularon la dolorosa derrota, y en el nerviosismo cuando me acerqué a recogerlo, noté que no había explicación posible a lo sucedido.

No sabía que era nuestro último rato ni nada me hizo sospecharlo, pero nunca más volvería a ver a Gaditano sobre el tanto. En el penúltimo puesto del año mi padre le brindó la oportunidad de buscar al cacique que lo doblegó nuestra última tarde, y esta vez nada fue suficiente para que Gaditano se mantuviera firme y le dictara sentencia de muerte.

Para finiquitar, la que mi padre ha definido como obra maestra de Gaditano. Una collera que trabajó con maestría y que hizo olvidar el mal celo de las campesinas, dando un recital que imaginé escuchando la voz aún temblorosa de mi padre por el teléfono..

En verano, una llamada de mi padre me pilló por sorpresa y me arrancó alguna lágrima de rabia. Antes de su séptimo celo, y de disfrutar de su teórica plenitud, Gaditano nos dejó y con él se cierra una etapa que me ha marcado muchísimo como cazador. Su trabajo incansable, sus silencios calculados, sus pequeñas manías, su manera de saludarme tanto al destaparlo como al recogerlo, no los olvidaré jamás. Sólo espero que algún día, cuando suba al coto que todos debemos acabar subiendo, salga del cortijo y me encuentre a Gaditano en el árbol, junto a Finito, Avileño, Rubito y alguno que otro más, para comprobar que ha ocupado el sitio que se merece por su trabajo, buen hacer, y las enseñanzas que para mi significaron tanto. Hasta siempre, compañero.


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  • #1 pepe Ramos

    Me ha gustado mucho y entretenido bastante con la vida de Gaditano. Y me he emocionado como si perteneciera a la familia Ruiz. Muy bien escrito. Con sentimiento. Con un perfecto argot y demostrando tener la paciencia de todo buen perdigonero.

    19/09/2014 11:05

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